Como os contaba en el anterior post, había decidido sacar la rueda manual a la calle, y enseñarle a los viandantes la profesión alfarera como nunca antes la habían visto.
Por aquel entonces vivía en Sevilla, y mi primera salida fue para ponerme a hacer platitos en los alrededores de la catedral. Puse en mi mochila, una pella de barro, un tuper para poner agua, un lápiz de madera y un hilo de cortar el barro… con esto, una silla y mi rueda-torno empezó una nueva faceta de mis andanzas con la alfarería.
La verdad que me costó romper con el reparo que me daba sentarme ahí y ponerme a hacer platos por gusto… pero pronto el apoyo de la gente que se paraba y disfrutaba viéndolo, me hizo darme cuenta de que aquello merecía la pena. Yo hacía platitos y escribía en su interior una palabra, mensaje, su nombre y dibujaba algo bonito y se lo ofrecía a quien estaba allí disfrutando del espectáculo.
A la gente le encantaba, disfrutaban mucho con aquello, y yo también. En Sevilla lo hacía eventualmente como disfrute para conectar con la gente y compartir momentos con la gente que pasaba y se paraba a observar cómo trabajaba el barro.
Pero casi un año después, me mudé a Málaga, y allí comencé a hacerlo como modo de vida. Durante la mañana trabajaba en mi taller, y por las tardes me iba al centro de la ciudad, caminando con la rueda y mi mochila, me ponía en algún lugar turístico y hacia platitos para regalárselo a los viandantes y gente que se paraba a observar… y a cambio, me daban una propina.
La verdad que me sorprendía la expectación que creaba entre la gente, solía haber a mi alrededor entre 5 y 20 personas o más, disfrutando, haciendo fotos, sonriendo…
Se les podía ver en la cara sus niños y niñas internas que estaban alucinando de ver cómo salía un objeto de un trozo de barro. Estoy seguro de que en ese momento, sus corazones sonreían y les hacía desconectar de todo y disfrutar como niños.
Disfruté mucho de esa etapa, pero la presión policial por abandonar la vía pública, apartó la alfarería de las calles, al menos durante un tiempo.
Más tarde, me uní a los mercados de artesanía que se hacían en la ciudad, y fue ahí donde pude retomar mi actividad con el torno en la calle. Pero esto es casi un tema para hablarlo más extensamente en otro post.